
Del Diluvio al Renacer: El Camino del Emprendedor que No Se Rinde
Hay momentos en la vida —y especialmente en la vida del emprendedor— en que sentimos que todo se derrumba.
Que el mundo que conocíamos se desarma frente a nuestros ojos.
Pero a veces, lo que creemos destrucción… es solo el principio de una creación más grande.
Este shabat leemos la Parashá de Noaj.
D’s decide destruir el mundo.
Todo parece terminado.
Pero en realidad, es el principio.
Cuando el agua cubre la tierra, no hay ruido. Solo silencio.
El mismo silencio que siente el emprendedor cuando su proyecto se derrumba, cuando no entra un cliente, cuando el teléfono no suena y el sueño parece hundirse en el diluvio de las deudas, los miedos y las dudas.
Y sin embargo… ahí, en medio del caos, comienza la vida nueva.
Porque el diluvio no vino a destruir: vino a limpiar.
Vino a dar lugar a una nueva humanidad, a una nueva posibilidad.
El Rab Richard Kaufmann dice algo que encierra toda la sabiduría del proceso:
“La semilla se pudre en la tierra antes de comenzar a crecer para generar posteriormente el árbol.
Las aceitunas deben ser machacadas para poder extraer de ellas su aceite.
El oro es fundido antes que podamos realizar con él una joya.
Y el médico debe abrir al cuerpo del paciente y operarlo para curarlo o incluso salvarle la vida.
Incluso la propia muerte tiene un propósito positivo en relación al alma.”
Y ahí está el secreto del emprendedor, del soñador, del que se anima.
Todo proceso de creación auténtica comienza con una destrucción.
El emprendedor deja su país, su trabajo estable, su idioma, su comodidad, su historia.
Cruza mares, aprende nuevas reglas, se reinventa una y otra vez.
Como Noaj, construye su arca cuando todos lo llaman loco.
Cuando nadie entiende lo que hace.
Cuando el cielo todavía está despejado y el futuro es incierto.
En Israel lo vemos cada día.
Hombres y mujeres que llegan con una maleta, un sueño y un corazón lleno de fe.
Que no entienden el idioma, pero entienden el propósito.
Que se levantan, tropiezan, lloran… y aun así siguen.
Porque saben que cada día de esfuerzo acá es una inversión en eternidad.
Cada olé que decide empezar de nuevo se convierte, sin saberlo, en un constructor del futuro.
Pero Noaj sigue martillando.
Sigue creyendo.
Sigue construyendo.
Porque él sabe que el que deja todo… no lo pierde: lo transforma.
El que se atreve a hundirse con la fe de renacer, termina siendo el fundador de un nuevo mundo.
Y así, cada emprendedor que deja atrás su zona de confort, cada olé que empieza de cero, cada soñador que se anima a crear en medio del caos, está repitiendo la historia de Noaj:
está construyendo un arca en medio de la tormenta.
Noaj no solo salvó a su familia: salvó el futuro.
Y cada emprendedor que decide volver a empezar, que se levanta después de perderlo todo, que apuesta por la vida, por su propósito, por su visión, también lo hace.
Porque los grandes no se rinden, se reinventan.
Porque la fe verdadera no es creer cuando todo va bien, sino cuando el agua ya te llega al cuello y aun así seguís construyendo.
Y tal vez ese sea el mensaje más poderoso de la semana:
D’s no destruye para castigar.
Destruye para limpiar.
Para que florezca algo más puro, más real, más elevado.
Así nace el emprendedor: del barro, del fuego, del dolor, del silencio.
Pero también de la fe, del propósito y del amor.
Porque al final, cuando el agua baja, cuando vuelve la luz del sol y el arco iris toca el cielo, entendemos que no fue el fin, sino el principio de una historia eterna.
Cada diluvio trae su arco iris.
Cada caída prepara el terreno para una resurrección.
Noaj no fue solo un sobreviviente: fue el primer constructor del mañana.
Y vos, que elegiste crear, empezar, desafiar la tormenta… también lo sos.
Porque el mundo cambia cuando alguien se atreve a creer que después del diluvio, siempre hay luz.
✍️ MBA Federico Pipman
CEO de Mamá Mía 360 | Asesor de negocios y coach motivacional

